Puede haber expresiones concretas de una lengua que no se corresponden con la actualidad en cuanto a significado literal. Los hábitos evolucionan y a menudo las palabras cambian su acepción o las frases conservan su intención, pero lo que las originó ya no es aplicable.
Así funcionan las lenguas naturales y los hablantes usan cualquier palabra independientemente del primer concepto al que se vincularon. No obstante, hay otras circunstancias en las que se dan propiamente anacronismos lingüísticos.
Lapsus en la ficción
Situar un idioma fuera de su lugar o tiempo a veces tiene sentido desde el punto de vista práctico; por ejemplo, sería un hito rodar una historia hoy usando el español medieval. Por su parte, aquellas piezas audiovisuales que emplean una lengua que corresponde pero de décadas atrás pueden insertar (conscientemente o no) alguna locución más moderna.
Así como en rodaje o tras el montaje se cuelan objetos y vestimentas contemporáneas en relatos de época, en ocasiones también se utiliza cierto vocabulario o construcciones que no existían todavía en el pasado. Por ejemplo, en los años 1950 no se decía que se estaba colado por alguien, pero a lo mejor el equipo de producción no repara en ello o no le da importancia y así se deja.
Los gazapos léxicos desconciertan a algunos espectadores: a los expertos, a aquellos que recuerdan esos años o también a la audiencia que por lo que sea intuye que los usos de algunos términos son de reciente creación. Para evitarlos, una vez se disponga de la versión final del guion la podría revisar un consultor lingüístico especializado en ese período.
Emplear vocablos de hace años como se esperaría en una historia de finales del siglo XIX y principios del XX ha hecho singular a la telenovela El secreto de Puente Viejo (2011-2020). Un castellano que los más mayores crecieron oyendo y que los intérpretes incorporan de manera natural.
Anacronismos lingüísticos intencionados
En algún caso, los anacronismos no son deslices, pues se utilizan intencionadamente porque lo permite el género (como en comedia) o están justificados por la trama o el enfoque de la historia (distopías, ucronías).
Y pese a que no se explicite una razón, en alguna obra tal vez no es necesariamente negativo incluir anacronismos lingüísticos o idiomas fuera de contexto. En Luna nera (2020), serie de fantasía ambientada en el siglo XVII, en los diálogos se habla italiano y de vez en cuando se dicen frases en latín, cuando lo requiere la religión o brujería. Curiosamente las canciones de su banda sonora son actuales y en inglés; alguna tiene algún concepto tal cual en español como el luchador o el chupacabra. Tal ruptura hecha por las letras de la música parece concordar con lo adelantadas a su tiempo que son las brujas protagonistas y su rebeldía o atrevimiento que conectan con su público joven.
De este modo, introducir o no palabras anacrónicas deviene otra elección dentro de las decisiones lingüísticas que se pueden tomar en una ficción audiovisual, como el dialecto o el acento de los personajes y sus intérpretes.