A veces no se quiere que los espectadores escuchen o lean cierta información, pues quien distribuye el contenido audiovisual considera inapropiado compartirlo así a esa hora o en ese lugar. Se trata de palabras malsonantes, blasfemias, tabúes (para esa cultura) o datos que proteger.
La forma de anular tales intervenciones es silenciar en edición, añadir un efecto sonoro (censor beep), ocultar de algún modo los labios de quien habla o pixelar lo escrito. El pitido de censura y sus equivalentes a menudo se trasladan a los subtítulos y al doblaje interlingüístico.
Censura planeada
Por rodarse la realidad sin tantas directrices (supuestamente), estos sonidos y desenfoques para censurar son comunes en los programas televisivos u obras con tono de documental.
Ahora bien, algunas piezas de ficción, sobre todo series de comedia, utilizan esta (otra) técnica con fines humorísticos, sin que una entidad verificadora intervenga. Es decir, ya contemplan en el guion que nadie en la audiencia sabrá qué barbaridad decía exactamente un personaje o un texto. Aspiran a transmitir la intención del mensaje (insulto, taco, injuria, etc.) sin concretar en una expresión. No solo mediante beeps, sino que también se puede cortar el plano (y su sonido) en mitad de la intervención del personaje.
Algún drama también ha aludido a los censores de una manera especial, con tintes críticos. En un capítulo de The Good Wife (2009-2016), durante un juicio se evita enunciar una parte del cuerpo. Primero se indica con qué vocablo rima y después se eclipsa el término con un bocinazo que se genera en la calle, al lado del juzgado. Un pitido incluido en la diégesis.
Estos son solo dos ejemplos. Hay unos cuantos más en inglés en este artículo, en el que por cierto comentan que los revisores solo pueden censurar lo que está en un idioma que entienden. Además, cabe apuntar que estos tampoco suelen prohibir palabras que suenan parecido a groserías o que técnicamente ni siquiera existen.