Existen bastantes variables al elegir qué idiomas usar en una ficción audiovisual. Según la combinación elegida, se causarán ciertas emociones en la audiencia. Habrá quien no entienda algún fragmento, otros sí captarán ese mensaje especial, unos cuantos bien se indignarán bien aplaudirán internamente, muchos no repararán en ello.
La incredulidad lingüística
En primer lugar, distingamos que hay al menos dos tipos de coherencia en una obra:
- La interna, relativa a las normas que establece el propio relato para el mundo de sus personajes. Por ejemplo, en una serie australiana varias especies se comprenden gracias a unos microbios.
- La coherencia externa, si lo que observa el espectador coincide (o no) con lo que experimenta en su vida cotidiana.
Cuando se decide que por lo que sea no compensa ser fiel a la realidad lingüística, los creadores de esa historia audiovisual pueden ser creativos o tomarse tal licencia con lo exterior. Pasa constantemente. La mayoría lo aceptará gracias a la suspensión de la incredulidad.
No obstante, por precisión o para asegurarse de que todo el público accede, podría insertarse antes un recurso audiovisual que haga oficial este acuerdo. Tal trámite puede ser breve y sencillo, llegando a haber tanta diversidad de ellos como obras se conciban.
Un relato ambientado en el Oriente Próximo de hace varios miles años se podría rodar en la antigua lengua que correspondiese (en caso de ser recreable, como se hace en algunas secuencias de La Momia o Stargate). Otra opción menos costosa en muchos sentidos sería usar el ingenio para transmitir al público al comienzo de la pieza o cuando hiciese falta que reconocemos que en esa época hablaban de otra manera, pero la historia se contará con otro código.
La verosimilitud lingüística en la ficción audiovisual
Cuando se desea ser realista, a priori pueden verse obstáculos en determinados contextos. Sin embargo, para ser verosímil no tienen por qué ser necesarios la complejidad social o tecnológica ni un elevado presupuesto. Cada equipo tiene la capacidad de llegar a una solución creativa, es cuestión de planteárselo y decidir lo que se prefiere (según los objetivos y los factores que influyan).
Romance in Manhattan es un largometraje de 1935 producido en Hollywood que cuenta la historia de un emigrante checoslovaco desde su llegada a Nueva York. Interpretado por un actor nacido y formado en Praga, el protagonista dice haber aprendido inglés en su país sabiendo que le haría falta. Aunque hay momentos puntuales en que habla en su lengua materna, sobre todo al principio, prácticamente todo el filme es en inglés. Como cabría esperar, desconoce algunas expresiones coloquiales y con el tiempo su fluidez y pronunciación se supone que van mejorando.
Nos podemos preguntar hasta qué punto son creíbles su fluidez nada más llegar al extranjero en esa época o cuestionar el uso de cierto vocabulario que probablemente no estaba en los libros de estudio. Ahora bien, la inconcreción de las circunstancias de su aprendizaje y nuestro desconocimiento de la equivalencia gramatical entre el checo y el inglés nos llevan a dejarlo en duda razonable. Sí parece destacable que el hecho de que no sea angloparlante nativo se trate con naturalidad en justa medida: sin que la audiencia primaria estadounidense se pierda y sin que se pudiese echar en falta traducción.
Mis recomendaciones
Cuando el género lo pide y la historia lo permite, buscaría realismo en tres aspectos:
- Reconocer que dos personajes no pueden entenderse por su bagaje lingüístico. Si traducir y cómo, ya es otra fase; genera intriga.
- A poder ser que la lengua de los diálogos (y dialecto) se corresponda con su lugar y época del mundo real. Si no es posible, explicar por qué. Si no viene a cuento, especificaría la incongruencia de algún modo sencillo.
- El acento del personaje y el del intérprete deberían coincidir o estar muy cerca.